martes, 17 de agosto de 2010

El retorno


Las hojas y las raíces sonaban al pasar.  Las sombras se conjugaban en imágenes etéreas, fugaces y eternas, con la fuerza de un vendaval que despluma un lugar para volver a emplumarlo a su modo y que da las impresiones que suelen rememorar las bellas formas del humo.

Comenzó a canturrear y escuchó en la lejanía la devolución de sus exactas palabras. El sonido tenía la debilidad y la contundencia de la imagen tallada en la sacralidad. Volvió sobre sus pasos y permaneció en silencio; y este fue un espejo. Retomó su imaginario sendero, mudo. Oyó ramillas crujir detrás de sí.

- ¿Quién anda ahí?

- ¿Quién anda ahí?- Oyó.

Con desorientación y torpeza buscó entre los arbustos.

- ¿Quién eres?

- ¿Quién eres?- Respondió, lejos de donde él buscaba.

Lentamente ella se acercó a él, lo observó y estiró sus brazos con mirada desfalleciente de amor;  y él tomó su más venenosa flecha y la disparó, como si fuese Cupido en negativo, dando certeramente en su corazón. El rechazo hizo precipitar una única y copiosa lágrima y en donde cayó, nació una maravillosa rosa amarilla de hojas y tallo negros.

Herida de muerte huyó e imploró a Invidia un castigo para aquel que con arrogante ingratitud la rechazó tan hoscamente.  Invidia abrió los oídos a sus súplicas y comenzó a seguirlo con una pena acorde a su accionar, y al observar la belleza del joven, su frío pensar se quebró como si recibiese el flujo de un líquido muy caliente. No podía condenarlo a contemplarse hasta el fin de su vida,  quizás para él no sería un castigo, al fin y al cabo. Resolvió que lo más apropiado sería privarlo de su bello rostro; sería invisible ante cualquier medio que causase reflejo, pero le sería imposible despegarse del sonido de sus palabras. Recordaría hasta su último aliento la voz de quien lo siguió en la frondosidad. Necesitaría imperiosamente volver a oírla.

Con el reflejo ausente y su voz sin duplicación, no pudo resistir volver al bosque. Necesitaba encontrarla. Necesitaba ese abrazo injustamente rechazado y necesitaba esa boca respirando sus exactas palabras en su oído. Halló la abertura de una cueva y preguntó si alguien se encontraba allí. La voz de ella contestó con sus mismas palabras y su pecho se sintió henchido de felicidad. Comenzó a seguirla, sin saber que Eco, el objeto de su búsqueda, se había consumido y sólo su voz moraba en la cueva.

Habiendo ya perdido el abrigo de la luz, Narciso, la buscó en la oscuridad, la buscó intensamente, la buscó...

2 comentarios:

  1. felicitaciones Pablo, por brindarnos este espacio a aquellos que nos gustan las imagenes en nuestra mente... solo escritores de tu talla pueden lograrlo. vamos por mas! felicitaciones!
    Pablo Canelo.

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  2. Gracias, Pablito. Igual escritor queda grande... aficionado, bah... ¡Besos!

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