jueves, 19 de agosto de 2010

Pronóstico extendido


Pronóstico extendido para Buenos Aires y alre…
 
Nuestra fundación apunta a la educación y a la estimulación tempra…
 
Es la cantante juvenil sensación del momento…
 
Ahora sí, por 2000 pesos, nombres masculinos que no lleven…

Enviá CHANCHA al 2020, y tené…
 
Federico dejó sobre una silla el control remoto. Miró a su alrededor y el atado de cigarrillos fue el protagonista de la escena. Buscó fuego y se dispuso a contaminar unos instantes su existencia. Comprendió que el conjunto de su universo no tenía espacio de intersección con el conjunto de El Universo. Su cuadro no era un cuadro encimado a otro; mucho menos, dentro de otro. Sencillamente eran cuadros colgados en paredes opuestas. El suyo observaba al otro; el otro simplemente no observaba: pendía. Recordó con apatía que su cuadro, ni siquiera era advertido como un correspondiente a su persona; se restablecía de una leve dolencia, y el doctor, fiel a la costumbre galena, medicó a su cuadro, y no a él.

Merodeó en calzoncillos y descalzo. El ambiente estaba atiborrado de objetos por doquier, el ambiente era gélidamente sofocante. Decidió servirse algo espirituoso para tomar; su mano izquierda revolvía sus cabellos negros y la derecha, rascaba su trasero. Se acercó involuntariamente al pequeño librero y como quien agarra una revista en una peluquería, tomó un tomo del diccionario al azar y donde abrió, leyó.

Carencia voluntaria o involuntaria de compañía.

- Estupideces.- Murmuró por lo bajo; comprendía intrínsecamente que la soledad no significaba eso.

Se volvió hacia el cristal de alguna forma animado dentro de la naturaleza muerta en la que se sentía inmerso. El cristal también se veía inerte. Rectilíneo, lúgubre y gris  brillaba, a pesar del polvo cautivo por la estática. De haber tenido asas y otro ser compatible a su idiosincrasia, hubiese jugado buenamente a que le daba cristiana sepultura. Pero el artefacto espetaba un sinfín de sandeces, trivialidades y prevaricaciones.

Enviá GAY al 9009 y encontrá al hombre de tu vi…
 
Y como todos sabemos, los alimentos de origen vegetal no causan…
 
El senador Fernández no tiene autoridad moral para denun…

La tecla era presionada automáticamente. No la detenía nada, al parecer. Finalmente, su pulgar se fatigó.

Enviá ORAL al 8008, y conocé todos los trucos de Moira Moreira Ramos para ponerte bien caliente. Enviá ORAL al 8008 y sabé todos sus secretos: “Mmm, todo lo que sé es sólo para vos”. Enviá ORAL al 8008 y hacéla tuya.

El alcohol nubló sus pensamientos. Filosofó. Creía firmemente que el alcohol causaba espejismos y que siempre los dominaba, porque conocía la causa. Ese conocimiento de causa, causado por estados no sobrios, lo llevaba a la reducción: todo debía tener UNA causa. A veces se equivocaba; a veces, no. Sin embargo, no lo notaba; felizmente para él.

Pensó en las redondeces de Moira, en sus turgentes formas, en su color frutado. Sabía sabiamente que semejantes demostraciones de belleza no correspondían más que a una imagen impresa o a la de un cristal, nunca a una realidad. Pero dudó. Reconoció a su carne como débil, y su libido afloró.
Un mensaje de texto interrumpió sus pensamientos.

¡Felicitaciones! Has sido seleccionado para la adquisición de un VolksWagen O Km…

Borró el mensaje. Sintió que con el brusco accionar podría hacer aparecer su sueño arrebatado…

Enviá ORAL al 8008, y conocé todos los trucos de Moira Moreira Ramos para ponerte bien caliente. Enviá ORAL al 8008…

Encontrándose con el aparatejo entre sus manos, supo que enviando ORAL al 8008 no ganaba ni perdía nada.

- ORAL… 8008… SEND…

El vacuo intermedio fue efímero. No dio tiempo a satisfacción ni a arrepentimiento. Fue un signo de puntuación sobre el momento, probablemente, dos puntos o un punto y coma.

Moira caminó felinamente ante él, halló un taburete de su agrado y se sentó. El pequeño asiento bordó y su postura le conferían el rimbombante aspecto de las meretrices, y observaba al desconocido con la confianza y naturalidad de una de ellas.

- Soy Moira, ¿y vos?

- Federico.

Federico veía a la hermosa Moira frente a sus ojos. Era como si los dioses finalmente se hubiesen decidido a esculpir una estatua magnánima de carne. Estiró su mano como lo haría un beduino sediento y debilitado frente a un oasis en el desierto.

- No.- replicó divertidamente ella.- No dije que podías tocarme. Al menos no aún.

- Ah, si…  aparte… - Asintió confusamente él.

- ¿Qué estás buscando?

- No sé… - Se sinceró.- No sé cómo llegué acá.

- Travieso… Te puedo contar mis secretos,  si te viene en gana.

- En realidad, lo mío era una cuestión más capitalista, quería sentirte mi propiedad…

- Tonto…

Moira jugueteaba con su escasísima vestimenta. Se puso de pie para acomodarla, como si tuviese un vestido magnífico, y el hecho de estar sentada le provocase arrugas.

Observó Federico sus glúteos, semejantes por textura y forma a dos duraznos y los sintió contra su ser. Cerró sus ojos: era su propiedad, al fin. El estúpido e infame conjuro resultaba. Espiró con fervor y lujuria, entre el placer y lo réprobo. Decidió que ella podía quedarse esa noche y se lo propuso, tratando de dominar su ansiedad, como si fuese la de un niño que pide que no le apaguen la luz al acostarse. Esa ansiedad por encontrar una respuesta afirmativa se fundió con su voluntad, y ella sonrió complacientemente, para luego confirmar su única pernoctación en esa solitaria morada.

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